Como todos los poetas que creen "en el amor y en el arte como vías hacia el disfrute de la vida perdurable", como lo expreso el poeta Aquiles Nazoa en su “Credo”, y como todos
los niños eternos, Alejandro ama los juguetes. Tiene una colección de ellos,
algunos de su infancia, también de la infancia de sus hermanos, y un caballo de
madera de su hijo Andrés, pero especiales para el son las muñecas que su
hermana Aymara le confió antes de partir hacia las estrellas, donde ahora
habita, y en donde a veces se encuentran cuando Morfeo se lo indica.
Todo empezó al pintar
un cuadro poblado de muñecas, y una de ellas quiso aparecer en primer plano,
tanto, que se materializo, eso fue en el 2011 y desde entonces han seguido
saliendo del mundo de la imaginación al mundo real que habitamos, con trajes a
la moda actual o a la de épocas pasadas, son viajeros del tiempo que vienen para acompañar a niños y poetas, a los niños y
niñas eternos.
Laurita fue la primera muñeca que tomo vida
de las manos de Alejandro.
Luego llegaron “la viejita” y “la señora pelirroja”
acompañadas de dos ángeles guardianes de la amistad.
"LA VIEJITA" |
"LA SEÑORA PELIRROJA" |
"LOS ÁNGELES GUARDIANES DE LA AMISTAD" |
Después ha sido un desfile de niños y niñas que vienen a traernos alegrías.
SILVIA |
SUSANA |
CARLETO Y CLARISA |
NACHO |
REBECA |
SILVANA |
BETTINA |
IRAIDA
CREDO de Aquiles Nazoa
Creo en Pablo Picasso, Todopoderoso, Creador del Cielo de la Tierra;
Creo en Charlie Chaplin, hijo de las violetas y de los ratones,
que fue crucificado, muerto y sepultado por el tiempo,
pero que cada día resucita en el corazón de los hombres,
Creo en el amor y en el arte como vías hacia el disfrute de la vida perdurable,
Creo en el amolador que vive de fabricar estrellas de oro con su rueda maravillosa,
Creo en la cualidad aérea del ser humano,
configurada en el recuerdo de Isadora Duncan abatiéndose
como una Purísima paloma herida bajo el cielo del mediterráneo;
Creo en las monedas de chocolate que atesoro secretamente
debajo de la almohada de mi niñez;
Creo en la fábula de Orfeo, creo en el sortilegio de la música,
yo que en las horas de mi angustia vi al conjuro de la Pavana de Fauré,
salir liberada y radiante de la dulce Eurídice del infierno de mi alma,
Creo en Rainer María Rilken héroe de la lucha del hombre por la belleza,
que sacarificó su vida por el acto de cortar una rosa para una mujer,
Creo en las flores que brotaron del cadáver adolescente de Ofelia,
Creo en el llanto silencioso de Aquiles frente al mar;
Creo en un barco esbelto y distantísimo
que salió hace un siglo al encuentro de la aurora;
su capitán Lord Byron, al cinto la espada de los arcángeles,
junto a sus sienes un resplandor de estrellas.
Creo en el perro de Ulises,
en el gato risueño de Alicia en el país de las maravillas,
en el loro de Robinson Crusoe.
Creo en los ratoncitos que tiraron del coche de la Cenicienta,
el Beralfiro el caballo de Rolando,
y en las abejas que laboran en su colmena dentro del corazón de Martín Tinajero.
Creo en la amistad como el invento más bello del hombre,
Creo en la poesía y en fin,
Creo en mí mismo, puesto que sé que alguien me ama.
Creo en Charlie Chaplin, hijo de las violetas y de los ratones,
que fue crucificado, muerto y sepultado por el tiempo,
pero que cada día resucita en el corazón de los hombres,
Creo en el amor y en el arte como vías hacia el disfrute de la vida perdurable,
Creo en el amolador que vive de fabricar estrellas de oro con su rueda maravillosa,
Creo en la cualidad aérea del ser humano,
configurada en el recuerdo de Isadora Duncan abatiéndose
como una Purísima paloma herida bajo el cielo del mediterráneo;
Creo en las monedas de chocolate que atesoro secretamente
debajo de la almohada de mi niñez;
Creo en la fábula de Orfeo, creo en el sortilegio de la música,
yo que en las horas de mi angustia vi al conjuro de la Pavana de Fauré,
salir liberada y radiante de la dulce Eurídice del infierno de mi alma,
Creo en Rainer María Rilken héroe de la lucha del hombre por la belleza,
que sacarificó su vida por el acto de cortar una rosa para una mujer,
Creo en las flores que brotaron del cadáver adolescente de Ofelia,
Creo en el llanto silencioso de Aquiles frente al mar;
Creo en un barco esbelto y distantísimo
que salió hace un siglo al encuentro de la aurora;
su capitán Lord Byron, al cinto la espada de los arcángeles,
junto a sus sienes un resplandor de estrellas.
Creo en el perro de Ulises,
en el gato risueño de Alicia en el país de las maravillas,
en el loro de Robinson Crusoe.
Creo en los ratoncitos que tiraron del coche de la Cenicienta,
el Beralfiro el caballo de Rolando,
y en las abejas que laboran en su colmena dentro del corazón de Martín Tinajero.
Creo en la amistad como el invento más bello del hombre,
Creo en la poesía y en fin,
Creo en mí mismo, puesto que sé que alguien me ama.
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